11 sept 2012

¿Qué es 山椒魚作家?

Pues es nada mas y nada menos que "Salamandra Escritora", en japonés. Cada kanji (ideograma) se lee así:
山 - さん (sann)
椒 - しょう (yiō)
魚 - うお (ō)
作 - さっ (sak)
家 - か (ka)
Así, en conjunto, se lee: "sannyioō sakka", donde la "ō" es una extensión del sonido de la "o" y la doble k se pronuncia como una breve pausa entre "sa" y "ka".
Y, ¿por qué pongo esto?
Re: Pues por que quiero y puedo!

Si la salamandra pudiese...

arrojaría tiras de papel al viento con todas aquellas cosas que quisiera que el mundo supiera. Pero no lo hace.

13 oct 2011

Salamandra Escritora

La salamandra ignora a donde sus pasos la llevan, que es lo que tocan sus patas, que perciben sus ojos día con día, aquello que le depara el futuro.
La salamandra no sabe que esta haciendo, que piensa, que siente, que dice, que quiere.
La salamandra desea que nada fuera así. Desea que muchas cosas fueran diferentes. Desea, a veces, borrar por completo su existencia. Desea no ser salamandra.
La salamandra lo olvida todo, hasta su propia identidad. Seguramente pronto olvidará que estas palabras salieron de su propia conciencia.

Esta soy yo, una salamandra escritora. Soy una identidad con la que las ideas y los sentimientos de una mente confusa pueden fluir. Quizá a momentos detesto serlo pero, cuando la cabeza esta fría y no cegada por los complejos de su creador, estoy orgullosa y gustosa de serlo. No te equivoques Omar, y si lo haces aprende de ello: la salamandra eres tú, y la escritora soy yo.

16 sept 2011

Atardecer


Atardecer by ~ruzi-hyun on deviantART

El amanecer había sembrado pesar en la yerma tierra que tocaban los secos dedos de un anfibio; al atardecer, esa tierra se convirtió en estero, y así pudo albergar las semillas que habían derramado sus pensamientos...

algún tiempo después, esas semillas brotaron, y posteriormente dieron sus frutos. La salamandra no tuvo que regresar a esa tierra para recogerlos, sus andanzas habían hecho que ellos cayeran y vertieran sus deliciosos jugos en su pequeño corazón.

6 sept 2011

Coneja de la Luna



En una noche clara con un par de nubes en el firmamento, una liebre, sentada al costado de una roca en los linderos de un bosque, piensa: “¿qué es lo que mas deseas?”, preguntan todos quienes me conocen por que aparento no desear nada en absoluto. “Nada que puedas tomar entre tus patas”, contesto yo por que al final es cierto. Lo único que realmente quiero es poder tan siquiera tocar aquel guijarro bañado de luz que adorna el negro manto que cubre la noche.

­—Madre, tengo algo que contarte...
—Giro y giro a tu rededor, en un interminable vaivén entre tú y yo; eones han ido y venido en esa hipnotizante rutina. Cuando solía ser joven, era divertido ver esa transformación sin fin tuya, ya fuera en tu cara que cambia poco a poco o en esas tormentas de agua y fuego que ensombrecen tu semblante a momentos; igualmente era interesante observar como aquello que nació de ti iba evolucionando en cosas tan distintas unas de otras, pero tan fascinantes todas ellas. Sin embargo, ahora que mi piel no conserva la suavidad que antes tenía y mi espalda empieza a resentir los golpes del arduo trabajo, mi alma esta tan harta que ya no puede callar el vacío que siente de seguir inmaculada por aquella maravilla que llaman vida.
—Antes de que continúes hija, ¿has hablado con tu padre de esto?
—Sí madre, he hablado con él. Tan ocupado esta todo el tiempo que sólo tuve oportunidad de decirle dos cosas: me siento sola y quiero tener compañía. Ignoro si aún crea que sigo siendo la niña que exige atención, pero, me dijo que hablara contigo y que tu decidieras que hacer.
—Hija mía, aunque tu padre no te conoce tanto como yo, es sabio y todo lo que hace tiene una razón de ser; fue lo mejor que te mandara a mí, por que creo saber por donde va tu deseo. Quizá tú no lo veas pero yo me doy cuenta de a que se dirige tu atención. Como dijiste, cuando eras aún mi pequeña niña, te atraían el verdor de las plantas y la majestuosidad de las grandes criaturas de tierra y mar. Mas sin embargo, ahora veo que tus ojos se llenan de luz cuando te asomas y observas a esos seres que caminan con dos de sus patas, y que con las otras hacen una cantidad de cosas asombrosas como nunca antes había visto. No te culpo, es sin duda una especie con un enorme potencial. Así que se que quieres la compañía de alguno de esos seres, o ¿acaso no estoy en lo cierto?
—De hecho, lo estas.
—Bien. Pero dime, ¿qué tienes en mente para hacer realidad ese deseo?
—Mucho tiempo lo he pensado, y vi que no era cosa sencilla el hacerlo; sólo encontré una alternativa: que yo vaya de nuevo a ti, encarnada como una de esas criaturas, y consiga el eterno e incondicional lazo etéreo con una de ellas.
—Si eso es lo que de verdad quieres, te ayudaré sin objeción alguna. Considera esto como un pacto entre nosotras. Tendrás que acatar al pie de la letra las reglas del mismo. Por una noche abandonarás tu cuerpo astral, dejando así de iluminar la oscuridad que reside en la noche y podrás aprovechar ese tiempo para encontrar lo que buscas. Al termino de ese lapso temporal, hayas o no hayas tenido éxito en tu empresa, regresarás a la normalidad.
—¿Y si no encuentro lo que quiero podré regresar algún día a seguir mi búsqueda?
—No. Sólo tienes una oportunidad de hacerlo. Confía en tu suerte hija mía. Si tu deseo es sincero, verás que será cumplido de una forma u otra.
—De acuerdo, verás que no fallaré.
—Así lo espero y ten en cuenta esto: no te ilusiones con aquello que nuble tu juicio, por más asombroso que parezca; siempre mantente pendiente de aquello inesperado que cruce en tu camino, que será allí donde halles el tesoro anhelado.
—Gracias madre, lo tendré presente. También te agradezco tu apoyo.
—De nada corazón. No olvides lo que te dije y ve con cuidado, que mi superficie puede ser traicionera. Hasta pronto, y suerte querida hija.

—¿¡Qué!? ¿!Por qué esta desapareciendo!?—, se pregunta exaltada la liebre al observar con temor como se desvanece el gran brillo en el cielo.

De pronto, a mitad de un denso y antiguo bosque, se apareció una mujer tan alta como un ciervo adulto, de larga y rizada cabellera negra que brillaba como la plata, tez blanca como la leche y piel tersa cual durazno, cara afilada de facciones estéticas, y ojos ligeramente rasgados de un color negro profundo. Su cuerpo estaba envuelto por una especie de bruma luminiscente apenas perceptible, y además vestía con una túnica grisácea que rozaba el suelo. En su cara se notaba una expresión de extrañeza y asombro, mezclada con cierta inocencia e ingenuidad.
—¡Increíble!—, dijo la dama. —Definitivamente esto es algo bastante extraño—, pensó.

Por un par de horas la coneja espero a que regresara el astro de su encanto. Aunque en un principio pensaba en la posibilidad de que estuviera teniendo una pesadilla, al poco rato supo que de verdad estaba pasando y comenzaba a temer que su moteado pelaje no volviera a ser bañado por esa luz sin igual. Entones se dijo con preocupación, —¿pero qué habrá pasado?; ¿y si cayó del cielo y se unió a los demás guijarros que descansan en el lecho del río?; o peor aún, ¿se habrá extraviado en la infinita oscuridad nocturna? ¡¿Y si no lo vuelvo a ver jamás?!—
“Calma...”, escuchó en un susurro proveniente del viento, y un frío estremecimiento le recorrió el lomo, que se le erizó, y entonces dijo con lágrimas humedeciendo sus ojos: sí, tengo que conservar la calma. Se que en algún momento reaparecerá...

La dama blanca andaba a través del bosque acostumbrándose a caminar como los seres bípedos, y no sin uno que otro tropiezo. Además, en una situación totalmente desconocida para ella, estaba verdaderamente atemorizada. Cada ruido que escuchaba le producía un sobresalto, y cada sombra que sentía le hacía latir fuertemente su extraño corazón. De esta forma continuó por cerca de otra hora, la cual le pareció tan larga como su entera existencia. La noche ya pasaba de su punto medio y, para este momento, el bosque se empezaba a abrir disminuyendo su temor.
A lo lejos, empezó a escuchar un ligero canturreo que conforme avanzaba se iba haciendo más claro, hasta que se terminaron por ahogar los ruidos del bosque. Un resplandor cálido iba quebrando la profunda oscuridad del bosque desde un parche sin árboles. En base a su instinto el astro virgen se acercó cautelosamente, evitando que lo que fuese que hubiera allí pudiese saber de su presencia. Cuando estuvo lo suficientemente cerca notó como se proyectaban en el suelo, los árboles y arbustos, sombras danzantes que giraban en torno al resplandor.
Cubriéndose con los espesura observó detenidamente. Reconoció aquello que había atraído su interés desde hacía mucho antes de empezado este viaje: los graciosos seres bípedos que sólo tienen pelo en la cabeza y que cubren sus partes más frágiles con harapos. Cuatro individuos cantaban en un dialecto extraño y danzaban alrededor del fuego con vestimentas que los hacían parecerse a otros animales; el cuarteto seguía el ritmo que les marcaban otros dos de sus compañeros con distintos objetos que producían una rústica melodía. Ella estuvo ahí por largo rato viendo el lento y vigoroso ritual; de ensueño le pareció todo aquello. Inesperadamente se dejó llevar por la emoción del momento, y con un paso vacilante se acercó a los humanos; ellos al percatarse de la presencia de la dama retrocedieron buscando sus armas, y empuñándolas trataban de poner defensa ante la sorpresa que les causaba la descolorida mujer. Percatándose de lo que ocurría, ella intento hacerles notar con señas que no tenía malas intenciones.
Entonces una brisa atravesó el parche sin arboles, viniendo de por la dama y yendo hacia donde los alertados seres se encontraban. El humano que estaba enfrente de los otros comenzó a olfatear el aire y, repentinamente, algo en él cambió. Abriendo totalmente sus ojos, cuyas pupilas se dilataron, relajó su postura y bajo la guardia; como inconsciente de lo que su cuerpo hacía, caminó lentamente hacia ella.
De nuevo, la intuición humana actuó en ella, previniéndola de un peligro inminente. Sin embargo, antes de que pudiese dar la vuelta y huir, el líder de los homínidos se le abalanzo y ambos cayeron al suelo. Ella se golpeó la cabeza, por lo que quedo aturdida por un instante; entonces el hombre aprovechó para levantarle la túnica, recorrer su cuerpo con una mirada de lujuria y pasar sus ásperas manos por el. Aquel ser poseído por un deseo primitivo se preparaba para satisfacerlo cuando ella, recobrando el conocimiento, rápidamente mando su rodilla a proporcionarle un profundo dolor en la origen de su deseo. Sin vacilar, se escurrió por debajo de él dejándolo revolcándose en el suelo y aullando del tormento, y salió corriendo trompicándose mientras los otros se aprestaban a seguirla. Conforme se alejaban del la luz de la fogata, la única forma de seguir la acción era con el ruido de las zancadas y la exhalación tanto de la presa como de sus perseguidores. Un par de lanzas volaron apenas fallando en su objetivo, pero una tercera alcanzó a rozar el hombro de la mujer que gritó de dolor, pero continuó huyendo; la tela alrededor de la cortada se tiñó ligeramente del rojo característico de la sangre. Después de unos minutos, la persecución terminó. Los hombres regresaron a auxiliar a su compañero, y ella se alejó andando sin dirección alguna en medio del bosque.

La liebre yacía recostada al pie de la roca donde había permanecido esperando el retorno de la luz de la Luna. Sonidos cercanos hicieron que se despertara. —¡Oh, me quedé dormida!—, dijo levantándose violentamente; miró al cielo nocturno después de tallarse los ojos. Suspiró profundamente, y mordiéndose el labio evitó que la pena saliera con palabras de su boca. Absorta en un inició en sus pensamientos no reparó en el rumor que la había despertado, pero al volver en sí fue lo primero de que se percató. El ruido provenía de una silueta que iba caminando fatigosamente a un tramo de donde el roedor se encontraba y algo le llamó poderosamente su atención. A ligeros brincos se fue aproximando a la fuente del sollozo hasta que anduvo a al paso, un poco retrasado, del ser en el que la noche parecía más densa.

La dama caminaba lentamente sin rumbo, lamentando la enorme decepción de que había sido víctima. El brillo que alguna vez tuvo se había extinguido, y ahora semejaba otra sombra de las que pertenecían al oscuro bosque. Sin darse cuenta empezaba a escapar del campo arbolado, pero sus ojos cada vez se anegaban más de la pena que corrompía su alma. Así que cuando una pequeña cosa blanquecina se le cruzó en el camino por poco tropieza con ella. Tratando de ver que había sido, detuvo su marcha y volvió la mirada; encontró un par de grandes ojos de un pequeño animal de pelo blanco moteado, que la observaban con curiosidad.

Ambos seres se acercaron. El pequeño se irguió tanto como pudo, y el grande se agachó. Sus miradas se cruzaron, y ahondaron en el interior del otro. La dama-Luna halló la compañía que su alma buscaba con desesperación, recobrando entonces su brillo como nunca antes. Con una enorme sorpresa, la coneja vio entonces al alcance de su pata el brillo que tanto añoraba. La tristeza que residía en sus espíritus se disipó y, radiantes ahora de alegría, se abrazaron. La algarabía era tal que para nada se dieron cuenta del retumbar del suelo; la madre Tierra había dado muestra de su beneplácito.

Madre, hija y coneja llegaron a un acuerdo: Luna y liebre habían de demostrar su compromiso a permanecer juntas por el resto de la eternidad. Por ello, el animal tendría que continuar con la vida terrestre que aún tenía por delante y el astro tendría que regresar a su lugar en el cielo. Como regalo la madre permitió que la hija pudiese regresar cada cierto tiempo, y la coneja podría saber cuando al ver la metamorfosis cíclica que sufriría la Luna a partir de ese momento. Entonces, sin falta cada 29 días terrestres, la pareja se veía en el sitio donde se encontraron por primera vez. El tiempo paso y la rutina continuó.

Así fue que, más pronto de lo que esperaban, el día de su reunión definitiva llegó. La última noche en que la Luna regresó a la Tierra fue la más oscura de todas. En el sitio de costumbre, la progenie de la coneja había puesto el lecho donde su vida terrenal se le iba escapando poco a poco. La Luna se le acercó, agachándose y tomándola de la pata le inquirió: “¿Estás lista?”. “Siempre lo estuve”, reveló la liebre y exhalo su último aliento. La Luna dejo escapar una lagrima, y los cielos se cubrieron de nubes que presagiaban lluvia. Ambas desaparecieron de aquella escena, y poco después el cielo lloró por ello.

Todos los que conocían tan singular historia vieron con regocijo que al paso de los días, conforme iba renaciendo la Luna, la figura de la liebre iba apareciendo, hasta que en su plenitud fue inconfundible la imagen. Desde entonces, como al compas de un vals, una coneja ha sido la eterna compañera de baile de la Luna.

10 oct 2010

The Coltan Wars


By J. Omar Mateos Rodríguez
Edition by Guillermina Feher de la Torre

Today’s global technological progress cannot be envisioned without the usage of raw materials such as Coltan, whose legal extraction comes with a rightful price that multinationals are not aiming to pay. African countries in conflict are paying for it with human lives instead.

Keywords: Coltan, technology, Africa, multinationals, Congo, human rights, conflicts, reservoir, people, first world, corruption, economy.

Introduction

Things like cell phones, laptops, videogames, ultra thin TV displays, among others, are quite common high-tech devices that we use every day. Those technology advantages would be unimaginable without the use of natural resources like coltan.

Coltan —name formed by the contraction of the words Columbite and Tantalite, the scientific nomenclature— is an ore —a “rock or earth from which metal can be obtained” (Longman Dictionary, 2008)— of Tantalum: and element that has raises its importance due to the variety of applications that it boasts.

Although Coltan is not a common material on Earth’s surface, there are several mines spread throughout the world. Most of the mines are locates in developed countries, such as the United States, Australia, Brasil, Chine, etcetera; yet, with an estimated of 80% Coltan’s global supply, the Democratic Republic of Congo is one of the main producers of this material. However, since 1998, this ore’s extraction has fueled Middle African countries’ conflicts and then induced “the largest humanitarian disaster  since World War Two” (Mvemba, 2007).

My purpose is to do a research of Coltan’s polemic situation, through the geologic point of view and with that information I will analyze Coltan-related geo-political aspects.

Development

At first, I started to look for information about the minerals that constitute Coltan, Columbite and Tantalite. That data is used to locate potential mines; looking for alternatives to African mines is considered an important objective of this essay.

Then, the investigation of geo-political concerns follows. The huge amount of knowledge surrounding Coltan’s problematic can be found throughout the Internet. Fortunately, there is a pair of sources that have good and reliable information.

After retrieving and analyzing the facts, I will organize them and develop a way to spread that information —and make it known!

Conclusions

Coltan —which it a dull black, metallic soil— is formed by Columbite (FeNb2O6) and Tantalite [(Mn, Fe)(Ta, Nb)2O6). The former’s properties are: color – black/red-brownish, luster – submetallic, hardness – 6[1], application – niobium ore; and the latter ones are: color – black to brown, luster – submetallic, hardness – 6.51, application – tantalum ore (Korbel, 2001). Columbite and Tantalite are often found together —and this helps in finding ores.

About the geo-political aspect —and also the economic one—, the mineral has been exploited for years, but it became noticed since the late 1990s, in what has been called the “Coltan Rush”, according to Mvemba Phezo Dizolele —who is a United Press International Africa columnist, and a political analyst at the Center for Global Development—and the Pulitzer Center.

Mvemba (2007) adds that, in the early 2000, a pound of coltan cost around U.S.$35 internationally. However, by the end of that year, the price had been raised to the amount of U.S.$400 per pound. And Militia and Crime organizations hold the control of Coltan’s extraction in the Congo.

Also, Western enterprises —such as Motorola and Nokia, among others— have been involved in the conflict, feeding a war in the heart of Africa. That war, as reported by the Comité de Solidaridad con el África Negra, has made a wealthy country and it´s people bankrupt. This is unjustifiable by multinationals, because there are alternative mines and potential ores of Coltan scatteres throughout the whole world, and those can provide the mineral for a little higher prize without getting messed with Civil wars and exploiting people.

The next step will be to make a source of public information of the Coltan problematic, and make people aware of problems that happen overseas and that governments plus enterprises don’t want to talk about, when they ought to.





Sources

- Longman, Dictionary of Contemporary English; twelfth impression; 2008
- http://en.wikipedia.org/
- PHEZO D., Mvemba; In Search of Congo’s Coltan; Pambazuka News; 2007 (source: http://www.pulitzercenter.org)
- KORBEL, Petr and MILAN, Novak; The Complete Encyclopedia of Minerals; Grange Books PLC, UK; 2001.
- El Coltan y la Guerra del Congo; Comité de Solidaridad con el África Negra; Madrid; 2003.


[1] Harness is measured in the Mohs scale of hardnees, with values on the range of 1, for the softest material, to 10, the hardest one.

18 sept 2010

Cortas Historias Salamandridas - Cap. 1

“La Roca”

Anochecer de un mundo, amanecer de otro.

Mientras que los habitantes de la Tierra viven en la ignorancia total sobre aquellas cosas que existen fuera de sus límites con el espacio exterior una serie de objetos ajenos a esta parte del universo se acercan a gran velocidad, amenazando con cambiar aquello que las criaturas terrestres creen conocer.


Los primeros rayos de sol asoman por el horizonte, reanimando la actividad de los seres diurnos. Pequeños y grandes salen de sus escondites para darle continuidad a aquello que se llama vida. Nos encontramos en un bosque. Desde el lugar en donde estamos (un promontorio de rocas) vemos que nuestra vista se ve atiborrada por las innumerables coníferas que nos rodean. Sin embargo, observando hacia abajo, un pequeño hueco en el suelo deja ver a un ser singular, negro con manchas amarillas, larguirucho, ojos grandes y negros, patas de cuatro dedos las delanteras y cinco las posteriores: una salamandra. Ella sale a recibir al sol, ya que siendo un anfibio necesita de la luz del sol para poder aumentar la temperatura de su cuerpo y así seguir con vida. Pero no solo lo hace por necesidad, por que parece estar muy a gusto en este momento. Sin embargo ella sabe que no ha comido en semanas y que es hora de cazar algo, por lo que para pronto emprende la marcha internándose en el bosque.

Árboles gigantescos (claro que para una salamandra) flanquean su andar. También de vez en cuando se detiene a saludar a otros animales que se encuentra en su camino, aunque no demora mucho en ello. Los minutos pasan, y parece que cada vez tiene más prisa por llegar a su lugar preferido de caza: un pequeño lago, en el claro boreal del valle. 

Los árboles empiezan a reducir su proporción en esta parte del bosque, por que las rocas sobre las que se asienta el lago no permiten que las raíces puedan crecer a sus anchas. La salamandra aparece de entre unos matorrales, para llegar a lo alto de un peñasco y por un momento se queda quieta. Acercándonos a ella, vemos que se encuentra viendo detenidamente la superficie del agua la cual se ve muy tranquila. En un instante, vemos a nuestra amiga y al siguiente se ha lanzado hacia el agua temerariamente.

Bajo el agua se encuentra ya el anfibio, en persecución de un pez pequeño que advirtiendo a un cazador huye rápidamente a través del agua. Sin embargo, la salamandra tiene un corto momento de agilidad el cual debe de aprovechar para atrapar su alimento. Una persecución comienza. Presa y cazador nadan rápidamente a través del agua. El pez trata de escapar adentrándose en un campo de algas, pero no logra despistar al anfibio que por un momento pareciera atrapar al pez que se escabulle por entre sus fauces. Después, la presa se mete a una corriente turbia que ha dejado detrás de sí una carpa, logra perderse momentáneamente entre el sedimento revuelto y aguarda. Pasado un tiempo, sale de la nube de polvo y mira detenidamente hacia sus lados. Parece que ha salido con vida de esta (se nota por las burbujas que saca como en señal de alivio). Inesperadamente para el pez, un lengüetazo lo coge por arriba y posteriormente es engullido a toda prisa por la salamandra. Con el bocado en la su estómago, nuestra amiga regresa a la orilla del lago para tomar un baño de sol.


Los minutos pasan, y un anfibio descansa placidamente. Súbitamente, un estruendo. Al parecer ha provenido de las faldas de las montañas que crecen al norte del lago, lo despierta de golpe. Obviamente, nuestra amiga no es la única que se ha percatado de semejante cosa, y a lado de una multitud de toda clase de animales se apresura a llegar al lugar de donde vino el ensordecedor sonido. Conforme va avanzando, la conmoción crece.

¿Habrá caído una gigantesca roca desde lo alto de alguna montaña?, ¿o acaso será que un volcán ha nacido? Todos estaban desesperados por saber que había ocurrido, y lo averiguarían al pasar sobre la siguiente colina.

Desde tierra alta, un cráter en la tierra atraía poderosamente la atención de todo aquel que se encontraba cerca. A pesar de que la salamandra no era la primera ni la última en haber llegado a aquel lugar, nadie se atrevía a acercarse más que de la cima de una corona en alto, dejada por un objeto al estrellarse con la superficie.

La salamandra no era del tipo de criatura de las que se acobardan, sino todo lo contrario. En ocasiones actuaba imprudentemente (según decían todos los que la conocían), pero sin duda era algo que ella no podía controlar debido a su innata curiosidad. Cautelosamente (y para el asombro de una constantemente creciente audiencia) fue acercándose al hoyo en el centro del cráter. El suelo se sentía tibio, lo cuál a ella le parecía bastante acogedor. La tierra estaba quemada, y cenizas de vegetación cubrían la mayor parte de la zona. No demoró mucho en llegar al centro. Parecía no haber nada. Removió un poco de tierra caliente que estaba allí, y nada. Observo pacientemente y a punto estuvo de emprender la retirada, cuando un destello acaparó su atención. De la tierra que había movido, una pequeña piedra brillaba tenuemente. Como hipnotizada, la salamandra acerco la punta de su hocico para oler lo que había allí, y al hacerlo inmediatamente se alejo un poco. Un olor que se le hacía conocido, pero que no lograba recordar del todo, lo había asustado un poco. Con lo último, los demás animales que se encontraban viendo se preocuparon y comenzó un escándalo que el anfibio ni noto.

Aún en una especie de ausencia del mundo exterior, la salamandra ésta vez estiró la pata abierta para tomar entre sus dedos aquella cosa que brillaba ante sus negros ojos. Su pequeño corazón palpitaba rápidamente. La excitación en general era abrumadora. Sus dedos casi rozaban la superficie de la piedra. Su mente empezaba a tener miles de pensamientos en un instante. Y…   ¡la tenía!


En un momento, todo negro. Al siguiente, un flash cegador precedió una lluvia de fuego que se esparcía por todas direcciones.  La salamandra no sabía lo que veía: la historia completa del universo, que pasaba por su mente, tan clara como si sus ojos hubiesen sido testigos de ella, a una velocidad infinitamente superior a la de la luz. En su cara un sentimiento de dolor, que ocasionaba tanta información y poder que se arremolinaban dentro de él, desdibujaba su radiante cuerpo que opacaba por completo la luz del día y dejaba en penumbra los derredores. Luces e imágenes de seres extraños y fantásticos salían como corriendo de donde se encontraba el anfibio. Evidentemente, los presentes empezaron a huir despavoridamente por el terrible miedo que contagiaba semejante escena. Conforme los demás animales se alejaban, las visiones pasaban a sus costados para después irse desvaneciendo al salir del umbral entre la zona maldita y el mundo que ellos conocían.


Unos minutos después, la deslumbrante luz comenzó a menguar, las imágenes cesaron, y los pocos testigos (un pequeño grupo de jóvenes valientes, y un par de amigos de la salamandra que quedaron al resguardo de una improvisada trinchera) vieron como la salamandra estaba flotando, con el cuerpo erguido, y que después fue descendiendo hasta yacer sobre su costado derecho, dándoles la espalda. Aguardaron unos momentos, esperando alguna señal que les dijera que su conocida aun seguía con vida, pero nada ocurrió. Sus miradas iban y venían de uno en otro como preguntándose quien iría a ayudarla. Y, a un tiempo, todos voltearon a verla. Un sonido que provenía de donde ella se encontraba, les había advertido que algo ocurría.


Como un pesado tronco se sentían sus parpados, cuando abrir los ojos intentó. La luz hacía que le doliera más la cabeza, la cual, el pensaba, estallaría en cualquier momento. Lentamente, comenzó a incorporarse. Sus patas temblaban por un dolor de agotamiento en los músculos. Su equilibrio era pobre y tambaleaba de un lado a otro, hasta que logró soportarse precariamente sobre sus patas traseras… ¿Patas traseras?. Miró a su alrededor, y vio a un escaso grupo de animales que miraban con espanto todo lo que él hacía.


-¡Ayuda!- escucharon los asustados animales que la salamandra gritaba -¡AYUDA!-, y sin pensarlo dos veces, todos echaron a correr.

-¡¡AYU…  da?- se preguntó a si mismo al darse cuenta de lo que estaba haciendo. Gritando y hablando, parado en dos patas, ¿como si lo hubiese hecho toda su vida? Y entonces, lágrimas de desesperación y miedo corrieron por su piel, emanando de sus ojos. Por un momento anheló que todo fuese un sueño, sin embargo esto era más real que cualquier otra cosa. Sus piernas no pudieron más, y cayo sobre sus rodillas. Tomó sus manos, y con ellas cubrió sus llorosos ojos. De pronto, se percato de una incomodidad entre sus parpados y las palmas de sus manos; alejando sus palmas de su cara y fijando bien la vista en ellas, se dio cuenta de que tenía una pequeña bolita blanca en el medio de cada una. Entonces recordó lo sucedido y las lágrimas pararon. Poder y conocimiento sin fin estaban contenidos en su cuerpo y alma, dormidos, ocultos en la profundidad de su ser.